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Suenos V

Las bodas en aquel pueblo eran cuando menos curiosas. Por supuesto, todos los habitantes tenían conocimiento de la misma y pretendían ser participes en mayor o menor medida. Los meses previos a la misma generaban tensiones tanto en los novios, como en los familiares mas allegados. ¡Me gusta este vestido! Diría ella…¡ Caro, no nos llega! Diría el…¡Invitaremos a todos estos amigos míos! Decía el….¡Caro, no nos llega! Replicaba ella…Temas absurdos como con que flores decorar la iglesia, se convertían en debate popular y degeneraban en discusiones y debates hasta altas horas de la noche.

Un poco mas ajeno a todo ello, el padre de ella, le miraba a el con recelo.

Hay algo en el, que no me gusta –le comentaba a su mujer una y otra vez-
No te gusta que se lleve a tu ojito derecho, eso es lo que no te gusta –serenaba ella-
Me parece un vago, no tiene pinta de buena persona, no me mira a los ojos cuando me habla –insistía el-
Mira esposo, cuando tu hija le quiere, por algo será, algo habrá visto en el.
Lo sé pero…

La conversación se repetía constantemente, siempre el mismo comienzo de la misma, siempre el mismo final.

El día antes del enlace, se acerco a su hija, la envolvió entre sus fuertes brazos durante unos interminables segundos, le dio dos besos, y mirándola a los ojos le dijo:

Espero que sepa hacerte feliz hija mía, espero que no hayas tomado una decisión equivocada.

Ella fue a decir algo, pero rápidamente el levanto su mano tapando su boca.

Déjame hablar hija. Eres mi tesoro, mi primera hija, mi luz, no voy a permitir que nadie te apague. Sabes muy bien lo que opino de el, pero sabes muy bien también cuanto te quiero y solo deseo que, dentro de un tiempo, me mires a los ojos y me digas…Padre estabas equivocado le has juzgado mal. Ese, será el día más feliz de mi vida.

Luego sin dejar que ella le replicase volvió a darle otro abrazo, mas fuerte si cabe, se dio media vuelta y, sin que ella lo supiese, con lágrimas en los ojos dejo la habitación para llorar en soledad.

Sueños IV


Bailaron prácticamente toda la noche juntos charlaron. El la acompaño a casa, no hubo beso de despedida, tan siquiera lo intento, un hasta mañana basto por esa noche. Siete días, o mejor dicho, siete noches siguieron a esta. Algo se había iniciado.

Pronto el, estableció su domicilio en el pueblo. Había suficiente trabajo. Suficientes amigos. Tras sacarse el permiso para poder conducir camiones, comenzó a trabajar para una de las mas importantes empresas de transportes de por entonces.

Un día, ella recibió una carta de el, acompañada de una rosa negra:

Si quieres que te quiera yo, te quiero
Si quieres que te bese yo, te beso
Si quieres que me muera, por ti muero.

Fue su declaración de amor.


Porque extraña razón, cuando te enamoras de una persona, parece que solo te gusta a ti, pensaba ella al ver el rechazo que la presencia de el producía en su familia. Pero eso daba igual, trabajador, honrado, y la quería, no necesitaba mas.

Así se sucedieron los días, las semanas, los meses, hasta que por fin un día, en plena reunión familiar, el lo dijo:

Quiero casarme con su hija….

Aquellas palabras sonaron como cruel sentencia para sus padres. Estaba allí, invitado por ellos, y quería llevarse a su niña. El silencio se apoderó de la estancia durante unos largos segundos. Las miradas de ella y de su padre se cruzaron un instante, parecieron minutos. Ella, incluso, quiso entrever en los marrones ojos de su padre un brillo previo a una lágrima, lagrima que nunca calló. Secamente su padre espeto:

¿Y como piensas mantenerla? ¿De que pensáis vivir? ¿Dónde pensáis vivir?-Dijo con toda la fuerza que en ese momento le permitía su corazón.

Mire padre…

¡No me llames padre!-le corto el rápidamente- ¡yo no soy tu padre!

Disculpe, mire, yo he encontrado un buen trabajo de camionero, en una buena empresa, y ella va a empezar a trabajar en el hostal de la carretera, no creo que tengamos problemas. Respecto de la casa, hay una en la calle Mayor que esta en venta, la casa de…

Se que casa es-volvió a interrumpirle- se que casa es –dijo esta vez con un tono mucho mas calmado-.

En ese momento dando un par de pasos hacia el, le susurro al oído:

Te llevas a mi princesa, espero que la trates como a una Reina.

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